La tipología adoptada como Instituto de vida activa tiene su equilibrio entre la contemplación y la acción. Es necesario que encontremos la unidad de vida mediante una mutua integración entre exterioridad e interioridad, que se alcanza a través de una progresiva purificación en el Espíritu: «cuando la acción es animada por la fe y por la caridad se transforma en fuente de comunión con Dios y así toda la existencia es verdaderamente consagrada»[1].
Nuestra madre fundadora, inspirada por el ejemplo evangélico de Martha y María, quiso que sus hijas uniésemos el espíritu de ambas[2]. Sirviendo al Señor como lo hicieron Martha y María en la casa de Betania, las SGCS aspiramos ser contemplativas en la acción, uniendo interioridad y actividad apostólica y caritativa, originada y animada por el Espíritu Santo. Tan sólo una acción de este género cabe dentro de la naturaleza misma de las SGCS, en cuanto constituye una obra particular que le ha sido confiada por la Iglesia.
Orando y ofreciendo el trabajo necesario para nuestro sustento y el de nuestras obras, con el servicio caritativo, alegre y con incansable amor, la singularidad de esta acción representa el impulso de la caridad alimentada en el corazón de cada una que vibra al unísono de la gracia que conjunta interioridad y actividad.
Para concluir esta primera parte podemos afirmar que el Instituto de SGCS en sus cuarenta y seis años de vida, ha ido creciendo a través de múltiples esfuerzos y adquiriendo la madurez que deriva solamente de un trabajo desinteresado, constante y en plena adhesión a la voluntad de la Iglesia.
La definición del nombre justifica la naturaleza del Instituto y resume – como lo había tan claramente intuido nuestra madre fundadora – la identidad y misión «Siervas Guadalupanas de Cristo Sacerdote», revela la entrega generosa a Cristo Sacerdote y, a ser instrumentos puestos a su servicio para agradarle en todo. Guadalupanas expresa la determinación de desarrollar la misión bajo el amparo maternal de la Santísima Virgen María en esta advocación[3].
Los elementos que hemos desarrollado en estas páginas, constituyen la esencia de la identidad y misión de las SGCS pero no los podemos considerar de una manera meramente abstracta, sino en su forma, porque estos principios se han encarnado en seres humanos concretos, con sus rostros, su historia, sus sufrimientos e incertidumbres, llamadas a vivir en medio de los límites una vocación que implica el don de sí a Dios y a los hombres.
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