Todo por ti Jesús mío, el padecer, el morir, el descansar y el amar

LA ESPIRITUALIDAD SACERDOTAL EN MARIA DE JESUS

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  •  Por la Hna. Soledad Oliva Rodríguez 

    1.- DESCUBRIENDO EL DESIGNIO DE DIOS.

             Sensible a la crisis religiosa que afectaba incluso a sacerdotes, al grado de la deserción de algunos, y comprendiendo el abandono, soledad y peligros que pasaban en una sociedad tan materialista, María de Jesús sintió la necesidad de ayudarles y apoyarles, pues era consciente del desastre que esto originaba para la salvación de las almas. 

    “Nei secoli, sempre, gli avvenimenti visibili della vita della Chiesa si preparano nel dialogo silenzioso delle anime consacrate con il loro Signore. La Vergine, che custodiva nel suo cuore ogni parola che Dio le rivolgeva, è il modelo di quelle anime attente in cui rivive la preghiera di Gesù sommo sacerdote, e quelle anime che, dietro il suo esempio, si danno  alla contemplazione della vita e della passione di Cristo, vengono scelte di preferenza dal Signore per essere gli strumenti delle sue grandi opere nella Chiesa, come una santa Brigida e una santa Caterina da Siena”. Parole di Edith Stein.[1]

    Sabemos que por  voluntad del Padre, son los sacerdotes los elegidos para continuar la obra de su Hijo, por una  entrega semejante a la de El. (Jn 20,22) PO 12; queremos entender nuestra misión muy unida a la de ellos y ofrecer a la Iglesia nuestro Instituto para ayudarles, como aquel grupo de piadosas mujeres que amando mucho a Cristo, lo acompañaban a  El y a sus Apóstoles en su misión pública[2].

    Había allí muchas mujeres mirando desde lejos, aquellas que habían seguido a Jesús desde Galilea para servirle. Entre ellas estaban María Magdalena, María la madre de Santiago y de José, y la madre de los hijos de Zebedeo. (Mt. 27, 55-56)

    Esta preocupación e interés por ayudar a los sacerdotes, movía a María de Jesús a visitarlos. Su especial carisma era tan notorio, que tenía mucho  éxito en esta labor apostólica. Acudía presurosa para ver al sacerdote desviado y era tan exquisita la caridad con que les hablaba que logró en muchas ocasiones  su objetivo. La querida "Chuy" como familiarmente le decían, les hacía volver al buen camino. Todo esto la hizo pensar seriamente en la conveniencia de fundar una obra en favor de los sacerdotes: ancianos, enfermos, cansados, y ayudarles en sus diversas responsabilidades pastorales.

    «O carissima Figliola, tutto questo ti ho detto acciò che tu meglio conosca la dignità in cui ho posto i miei ministri, e più ti dolga delle loro miserie…Essi sono i miei unti, ed io li chiamo  i miei Cristi, perche ho dato loro me stesso da amministrare  a voi.  Questa dignità non ha l’angelo, e l’ho data agli uomini, a quelli che io ho eletto per miei ministri».[3]

    En la Basílica de Guadalupe, fue  donde la Señorita Chuy, así conocida por todos, conoció al Padre Enrique Amezcua Medina, que trabajaba en dicha Basílica, y la Señorita Rulfo, la presentó a él  para que conversaran sobre el apostolado que realizaban. Providencialmente, invitada por el Padre Enrique Amezcua Medina, quien sería después fundador de los Operarios del Reino de Cristo, visitó el Santuario de la Quinta Aparición de la Santísima Virgen de Guadalupe, en Tulpetlac, Estado de México. Era un día especial, la fiesta de los Ángeles Custodios, el 2 de octubre de 1960.
    En este lugar lleno de soledad y olvido, pero privilegiado por haber sido visitado por la Santísima Virgen de Guadalupe, lleno de historia y de potencialidad religiosa, fue donde María de Jesús, sintió en su corazón el llamado de Dios para trabajar bajo la protección de María en sus ideales apostólicos y sacerdotales.
    De iniciativa propia, llevada siempre por su celo apostólico, María de Jesús, trabajó como apóstol seglar para preparar espiritualmente al pueblo con el deseo que fuese constituido en parroquia. Era una labor especialmente dificil ya que el pueblo de Tulpetlac llevaba ciento cincuenta años sin sacerdote, y en orfandad sacerdotal, vivían muchas familias alejadas de Dios y divididas entre sí.

    La Señorita María de Jesús llegaba al pueblo a su apostolado y la acompañaban en varias ocasiones la Señorita Anita Rulfo y la Señora Ma. Teresa A. De Ucero. Cuando se quedaba, dormía en la casa de la familia López Pérez, casa muy modesta, pero la recibían con grande alegría.

    “Donne cristiane di questa tempra mariana-ecclesiale sono numerose nel mondo. E quando si riceve la grazia di vivere accanto a qualcuna di loro, si resta meravigliati, per non dire soggiogati, dalla capacità di amore illimitato che ha il cuore femminile, provando la sensazione di essere molto vicini a Dio”[4]


    En una misión tan importante para la Iglesia, no faltó la lucha contra el demonio, pues la molestaba interiormente haciéndole sentir que era un esfuerzo vano, completamente infructuoso para los sacerdotes, que no era el deseo de Dios. Ella sufría y luchaba confiando en la fuerza de Dios, se dejó en sus manos y con toda firmeza aceptó lo que el Señor le pedía. Un día el demonio se presentó en forma visible, ella  vio una bola peluda, que rebotaba en su cuarto y se dejó ir hacia ella golpeándola fuertemente, en ese momento entró Cándida, la persona que le ayudaba en el servicio doméstico, ella también presenció este hecho y sabiendo que era el demonio su expresión fue: ¡Ah, con  que eres tú, no asustes a la Señorita! y acto seguido, comenzó  a rociar el cuarto  con agua bendita, con lo cual el demonio se salió a la terraza del cuarto y daba unos gritos de dolor. (Este hecho fue narrado por la Señorita Chuy y Cándida, en momentos y lugares diferentes). Después de haber estado  sin comer y sin hablar por varios días, pasando este incidente, la Señorita María de Jesús recuperó su salud inexplicablemente, y aún el Doctor López Herrera, médico de cabecera de la familia, no podía explicar lo que había pasado y sus hermanos decían que a Chuy siempre le pasaban cosas extrañas.

    2.- INICIO DE UNA OBRA SACERDOTAL
    Y así, el día 26 de Julio de 1961, nace la Obra Sacerdotal, en el Santuario de la Quinta Aparición de la Virgen de Guadalupe, con la bendición del Señor Obispo de Saltillo, Monseñor Luis Guízar Barragán, hermano de María de Jesús. La Obra nació con el nombre de Legionarias de la Fe, con ella emiten sus votos de pobreza, castidad y obediencia, las tres hermanas: Ana María Rulfo, Glafira Fernández y María Teresa A. De Ucero. Desde  ese día tomó el nombre de: MARIA DE JESUS DEL AMOR MISERICORDIOSO, GUIZAR BARRAGAN, convirtiéndose desde entonces en la inolvidable y querida "Madre Chuy". La Obra nace en la pobreza, en el sacrificio y en la Cruz de la contradicción, pues hasta personas meritísimas dentro de la vida cristiana y familiares de la Madre se oponían a la fundación, haciéndole ver lo impropio del lugar por el abandono y pobreza humana que existía.

    Por diversas circunstancias ninguna de estas hermanas  pudo continuar al lado de quien fue la fundadora. Ella, obediente a la voz de Dios y unida fielmente al Párroco Padre. Enrique Amezcua y al Obispo ordinario  de la Diócesis de Texcoco, Edo. de México  Dn. Francisco Ferreira y Arreola, quienes estaban convencidos de que Dios quería la Obra, prosiguió con entereza y fidelidad el camino que el Espíritu Santo le marcaba. La Madre María de Jesús, se entregó tan generosamente al apostolado, que con su ejemplo, su fervor y caridad, hicieron que pronto se le unieran tres religiosas misioneras que pertenecían a otra comunidad entre ellas la Hna. María del Rosario Tovar Moreno (la que es ahora Maestra de Novicias del Instituto) y la Hna. Guadalupe Marín. Jóvenes del pueblo que querían ser como la Madre, también ingresaron al grupo.

    Tenían su Oratorio en donde estaba el Santísimo, una imagen del Niño Jesús de la Salud y de la Madre Sacerdotal. La pequeña comunidad vivía feliz en medio de esta hermosa pobreza.

    La Madre María de Jesús siempre era muy entusiasta y alegre, no se le dificultaba ni una cosa ni otra, así preparaba a las personas sobre todo para la confesión, pues había  personas que tenían muchos años de no confesarse, y lo hacía con grande celo por la gloria de Dios, como también el preparar una fiesta para la venida del Señor Obispo Dn. Francisco Ferreira y Arreola, actuaron en esta ocasión los niños del catecismo y las Señoritas de la Acción Católica.

    Buscó después un terreno para la casa, y al no encontrar la Madre María de Jesús, el Padre Enrique Amezcua, les ofreció vivir al lado del Santuario, y ella junto con la Señora Ma. Teresa A. De Ucero y la Señorita Ana María Rulfo, iniciaron la construcción de la casa, y así, faltando detalles, se pasaron a vivir junto al Santuario de la Quinta Aparición Guadalupana.

    El 12 de diciembre de 1961, la Señorita Priscila Domínguez Alvarado, ingresó de postulante; el 11 de febrero de 1962, la Madre María de Jesús recibe a las tres primeras aspirantes: Teresa Romero, Antonia Martínez y Tomasa López Pérez, el día 15 de marzo del mismo año, ingresa la Señorita María Elvira López Ramos, ella misma les da instrucciones, por la noche las lleva ante el Santísimo y les enseña la oración del Ángel de la Guarda, la consagración a la Santísima Virgen y les dice que ofrezcan las obras del día y las lleva a su dormitorio, les da la bendición. Así se fueron uniendo las primeras hermanas de este Instituto.

    A la Madre María de Jesús, nunca le llenó el nombre de Hermanas Legionarias de la Fe, y le pedía al Señor que le hiciera saber cuál era el nombre que El quería para la Obra. Hizo un retiro de tres días, y el día 2 de enero de 1963, como ella lo dijo después a sus hijas, Nuestro Señor me iluminó y con certeza me hizo saber el nombre para la Obra fue el de SIERVAS GUADALUPANAS DE CRISTO SACERDOTE.  El día 6 de enero del mismo año, como preciado regalo de Reyes para la Iglesia, sus hijas se enteran del nombre del Instituto, de Siervas Guadalupanas de Cristo Sacerdote, Instituto religioso centrado en el corazón de Cristo Sacerdote y de la Santísima Virgen de Guadalupe.
    Al ingreso de una nueva hermana, el Señor le pedía sufrimientos, pues se ponía muy enferma, como cuando una mamá da a luz, con dolores muy fuertes, y esto era frecuente, pues cuando sus hijas la veían así, sabían que pronto llegaría una nueva vocación.

    En el mes de  mayo la Madre María de Jesús y las hermanas rezaban el rosario con los niños y personas adultas, como no tenían todas las niñas vestido blanco, su hermana Carmela le regaló telas y listones e hizo la Madre unas 100 túnicas, y así en las tardes eran muy puntuales las niñas para ganar la túnica y ofrecer las flores. Rezaba un rosario muy hermoso con los niños y al final del mes coronaban a la Santísima Virgen un niño y una niña. Y seguía el mes de junio dedicado al Sagrado Corazón de Jesús, y entonces se ofrecían flores todo el mes con los niños.

    El día del Santo de la Madre María de Jesús, sus familiares y amistades le daban regalos y ella era feliz, dándolos a la gente pobre.

                Un sacerdote que andaba de misiones en la Parroquia de San Pedro Xalostoc, el Padre Frank León Helsky, de la Arquidiócesis de Xalapa, Ver.,  trabajaba bastante, y a la Madre María de Jesús le contaba sus preocupaciones, así decía que él descansaba hablando con la Madre. Ella siempre era muy respetuosa y atenta con los sacerdotes, los veía y trataba como al mismo Cristo.
    Y así la recuerda un sacerdote de la Diócesis de Huejutla. ¡Cómo no recordar con cariño a la Madre "Chuy"! de quien creo haber atrapado algunos rasgos de su calidad de mujer, de cristiana, de religiosa auténtica y de alma escogida por Dios, para hacer de ella un instrumento de su bondad.

    Sus virtudes: amable y cariñosa en su trato, no melosa, madura y equilibrada en sus juicios, intuía los sentimientos ajenos y los manejaba con tacto exquisito.
    No lastimaba al exhortar, ni la intensidad de su voz se modificaba en los desacuerdos. Al verla, uno se sentía invitado, desde luego, a la compostura, al cambio de actitud, su conversación era pausada y tranquila, transparente su espíritu de oración. Se adivinaba que mantenía siempre la sintonía con el Señor. Respecto a su humildad, se me ocurre la siguiente observación: siendo sobrina, hermana y tía de Obispos, nunca lo mencionó conmigo.
    Su caridad: la expresaba en todo; sus visitas, su conversación, sus regalos, su celo por las almas y su preocupación por los cuerpos que las portaban. Su gozo y su paz eran contagiosos.
    Ningún problema sacerdotal la escandalizaba. Nada la sorprendía. Era evidente su conocimiento del corazón humano. Era tal su interés por los sacerdotes, que cualquiera de nosotros podía sentirse predilecto.


    2.1  Su Espíritu propio.

    La primera y fundamental relación que el hombre establece con la mujer  es precisamente la de hijo a madre. Algunos de nosotros expresamos nuestro amor a la madre terrena como el Hijo de  Dios ha hecho y hace con su Madre. La madre es la mujer a la cual debemos la vida. Nos ha concebido en su seno, nos ha dado a luz  a través de los dolores que acompañan a la mujer que experimenta los dolores de parto.
    ¡Cuántos de nosotros debemos también a nuestra propia madre la misma vocación al sacerdocio! La experiencia enseña que muy seguido es la mamá a cultivar por largos años en el corazón, el deseo  de la vocación sacerdotal del hijo y a obtenerla rezando con insistente confianza y profunda humildad. Así sin imponer la propia voluntad, ella agradece, con eficiencia típica de la fe, el brotar de la aspiración al sacerdocio, en el alma del hijo, aspiración que dará frutos al momento oportuno.

    Sin duda la hermana  representa una especial manifestación de la belleza espiritual de la mujer; pero ella es al mismo tiempo revelación de su feminidad intangible. Si el sacerdote con la  ayuda de la  gracia divina y bajo la especial protección de María Virgen y Madre, madura en este sentido su relación hacia la mujer, tendrá su Ministerio acompañado de un sentimiento de gran confianza propia de parte de las mujeres, cuidando de él en sus diversas etapas de la vida como hermanas y madres.
    La figura de la  mujer-hermana reviste notable importancia en nuestra civilización cristiana, donde innumerables mujeres se convierten en modo universal,  gracias a su característica asistencia hacia el prójimo, especialmente hacia aquellos más necesitados.  Una hermana es garantía de donación: en la escuela, en el Hospital, en las cárceles y en otros  sectores de servicios sociales. Cuando una mujer permanece célibe, en el donarse como hermana mediante el empeño apostólico o la generosa dedicación al prójimo, desarrolla una particular maternidad espiritual. Este  don desinteresado de  fraterna feminidad irradia de luz la humana existencia, suscita los mejores sentimientos de los cuales el hombre es capaz y deja detrás de ella una linea de reconocimiento para el  bien gratuito ofrecido.

                Así, las de madres y hermanas son las dos fundamentales dimensiones de las  relaciones entre la mujer y el sacerdote. Si estas  relaciones  están elaboradas en modo sereno y maduro, la mujer no encontrará particular dificultad en sus contactos con los sacerdotes. No  la encontrará, por ejemplo en  confesarle sus propias culpas en el sacramento de la penitencia. Tanto menos no encontrará en realizar actividades apostólicas de varios tipos con los sacerdotes. Cada presbítero tiene por lo tanto la  gran responsabilidad de desarrollar en sí un auténtico seguimiento de hermano en el trato con las mujeres, un seguimiento que no admite ambigüedad. En esta  perspectiva, al discípulo Timoteo el Apóstol recomienda tratar a las mujeres ancianas como madres y a las más jóvenes como hermanas con  toda  pureza. (1Tm 5,2).[5]

    María de Jesús decía: para el cumplimiento de su misión específica es indispensable que las hermanas se empeñen ardorosamente en conformar su ánimo según el modelo de Cristo, en su entrega sacerdotal, penetrándolo de espíritu de servicio, oblación y sacrificio. Sea tal el espíritu que caracterice al Instituto. Quieran todas, por tanto, seguir muy de cerca a Cristo Sacerdote, tratando de asemejarse a El en la caridad. Tengan el anhelo de colaborar en su plan misericordioso por el cual El se consagró a sí mismo por los suyos, para que ellos también fueran consagrados para la obra de santificación (Jn. 17,19).[6]

    Unidas al corazón sacerdotal de Cristo, ofrezcan su oración, su sacrificio y penitencias, deseando agradar al Padre y santificarse teniendo presentes las faltas de sus elegidos los sacerdotes. Participando aquel amor de Cristo, sirvan al sacerdote anciano, al enfermo, al que necesita nuestra ayuda, mirando en ellos a los Cristos de la tierra. Esfuércense en ayudarles a llevar a la plenitud su vida sacerdotal, con respeto, amor y sacrificio por ellos.[7]

    Como Siervas de Cristo Sacerdote, no quieran ser servidas, sino servir.  Unan su oblación de servicio a la de Cristo en su misterio Eucarístico: en él esté centrada su piedad. La participación diaria en la Santa Misa que actualiza eficazmente el Misterio Pascual redentor y la oración ante la presencia de Cristo en el Sagrario, que prolonga el recuerdo de su entrega sacrificial darán sentido a su vida y actividades y las enriquecerán de fuerza interior para renovar diariamente su oblación, por Cristo, con El y en El, para gloria del Padre, en el amor que su Espíritu infunde en nuestros corazones.[8]

    Cultiven las hermanas un ardiente amor filial a la Santísima Virgen, teniéndola como Madre de la Iglesia y suya; como Guadalupanas, será su deber tratar de imitar a tan buena Madre en su vida interior, en su amor a Cristo y en su preocupación de colaborar a la obra de la redención con su sacrificada fidelidad a la voluntad del Padre.[9]

    La Revda. Madre María de  Jesús les decía: como religiosas de vida apostólica, unan su espíritu con que Marta y María sirvieron al Señor en la casa de Betania, orando y ofreciendo el trabajo necesario para su sustento y el de sus obras junto con el servicio caritativo y alegre a los sacerdotes, con incansable amor, cumpliendo así su vocación.[10] En cada una de las casas donde trabajan las Siervas se esmeran por  vivir este estilo de vida: en las Nunciaturas, los Obispados, las casas Parroquiales, donde lo principal es hacer  una vida de familia con el Sacerdote.

    Pues habiendo renunciado al mundo, viven únicamente para Dios, y participan del anonadamiento de Cristo, y de su vida en el espíritu. Forman una misma familia cuyo sello característico ha de ser su amor a Cristo, su unión fraterna y su alegría; de esta manera se esfuerzan en realizar en su vida común, para el mundo, el testimonio de la vida bienaventurada en pos del Cordero Celestial.


    2.2.      El Espíritu como inmaterial

    "Los hombres son espirituales gracias a la participación del Espíritu, pero no gracias a la privación de la carne."  (San Ireneo)

    T. ŠPIDLIK, "La gran contribución de Ireneo, contra los gnósticos, ha sido haber eliminado el concepto de espiritual como natural (como inmaterial)."

    Frecuentemente en el modo de hablar se nota una tendencia a entender lo espiritual como inmaterial. También en el lenguaje común estas dos realidades vienen siendo identificadas.
    Tal identificación llevan a una comprensión parcial o hasta desviar de lo que es verdaderamente espiritual.
    Entender lo espiritual como inmaterial significa excluir de la dimensión espiritual todo el mundo material, físico y corporal. Esta tendencia ha encontrado notable espacio tambien en la Iglesia.[11]

    Para María de Jesús era muy claro, y buscaba evitar este peligro, pues sabía que el sacerdote era hombre escogido de entre los hombres con todas sus limitaciones de ser humano, pues ella les decía: Hijas, vean en ellos a Jesucristo, no vean  únicamente la parte humana, no  vean sólo su fragilidad. A nosotras nos toca salvarlos, hacer por ellos todo lo bueno que podamos, muy especialmente por medio de la oración y la penitencia.

    Pongo algunos testimonios:
    Un sacerdote anciano y enfermo, que se perdía en el vicio del vino, la Madre María de Jesús lo fue a buscar y lo recogió, estaba fuera de la cantina tirado en la banqueta, lo llevó a una clínica para desintoxicarlo, lo visitaba y después lo llevó a la Casa del Santuario. Pues había una mujer que lo orillaba siempre al vicio, y quería quedarse con sus propiedades, esta mujer cubrió a la Madre María de Jesús  y a la Obra, de calumnias, pero la Madre María de Jesús, como tantas veces lo había hecho en su vida, lo sufría por Jesucristo.  Cuando el sacerdote pedía vino, la Madre le hacía un té de canela, humedecía una servilleta con vino y le ponía alrededor de la taza, al sacerdote le llegaba el olor y se ponía muy contento, y lo tomaba, pero decía: esto huele, pero no sabe.
    Lo atendía la Madre María de Jesús, con una caridad exquisita, el sacerdote dejó el vino. Rezaba todos los días su Liturgia de las Horas, iba a Misa diariamente y comulgaba, rezaba su rosario, y murió con una paz muy grande. La comunidad era para él su familia y todas las hermanas lo querían mucho.[12]

    Viviendo en unos salones anexos en  la Parroquia de Cristo Rey Tulpetlac, Edo. de México, la Madre María de Jesús ayudó a tres sacerdotes, que estando enfermos y ancianos y que no tenían quien viera por ellos, uno era de Guanajuato, otro del Distrito Federal y el otro de Nicaragua. Uno de ellos se encaprichaba, y no quería levantarse, iba la Madre, y le decía: “Padrecito” venga a desayunar, levántese y él inmediatamente lo hacía y le decía: sí Mamá. Ya se sabía que cuando no quería comer, le hablaban a la Madre y él obedecía.  María de Jesús, nunca dejó de pensar en los sacerdotes, sin pensar en Cristo, como en una transparencia los veía en El, los amaba con un amor sobrenatural y profundo.

    Santa Teresita del Niño Jesús, inflamada de esta espiritualidad sacerdotal decía: Orar por los pecadores me cautivaba, pero orar por las almas de los sacerdotes, que creía más puras del Cristal, me parecía extraño… ella decía por un mes he vivido con muchos sacerdotes santos y he entendido, que la sublime dignidad los ensalza sobre los ángeles, pero esto no les quita que sean hombres débiles y frágiles…¿Si de los sacerdotes santos que Jesús llama en el evangelio: "La sal de la tierra" enseñan con el comportamiento de tener una gran necesidad de oración, qué de los tibios?. Cuando Teresita habla  de los sacerdotes "indignos",  de los sacerdotes no santos, no tiene en mente una causística moral o de comportamientos malos porque ella no ha sabido de que se comporten mal sino el hecho que ellos olviden el amor exclusivo prometido con su consagración y que la pureza no sea la debida a la Eucaristía que toman en sus manos.

    ESCRITOS DE LA  MADRE MARIA DE JESUS
    Cristo habla con las mujeres acerca de las cosas de Dios y ellas le comprenden;  se trata de una autentica sintonía de mente y de corazón, una respuesta de fe.  Jesús manifiesta aprecio por dicha respuesta, tan "femenina", y como en el caso de la mujer  cananea (cf. Mt 15,28) también admiración.  A veces propone como ejemplo esta fe viva impregnada de amor; el enseña, por tanto, tomando pie de esta respuesta femenina de la mente y del corazón.  María de Jesús enajenada de  oración y de confianza en el  Padre Celestial, mira los dolores y tormentos de su Santísimo Hijo  Jesucristo y las lágrimas de su Santísima Madre, toma en cuenta también el  ofrecimiento de estas pobres hijas tuyas, que postradas a tus pies te pedimos por ese Jesús ultrajado, por esa Madre dolorosa, tengas misericordia de tus sacerdotes que han extraviado el camino, que vuelvan Señor al redil, los que te han sido fieles lleguen a la cumbre de la santidad que les des fortaleza para llegar al final por ese camino que tú les has trazado. Señor para eso están nuestras vidas, concédenos que nuestros corazones, sean lámparas que formando una sola llama se consuman ante ti por la santificación de tus elegidos,  tus Cristos de la tierra.


    3.- LA FORMACIÓN DE LAS HERMANAS

    La Madre María de Jesús no sólo se preocupó por lo espiritual, sino también por la preparación humana, las hermanas que no habían terminado la Secundaria las inscribió y la terminaron. En abril de 1964, las religiosas del Sagrado Corazón de Jesús y Santa María de Guadalupe, fundadas por la Madre Amada, amiga de la Madre María de Jesús, venían cada ocho días a la Casa Madre del Santuario de la Quinta Aparición de la Virgen de Guadalupe, y les daban clases de solfeo, piano, costura y bordados, lo hacían con mucho gusto y paciencia. Ellas eran: la madre Ángela y la madre María de la Pasión. Nuestra Madre era  una madre y una maestra para sus hijas, pues ella misma les enseñaba a  cocinar, les enseñaba cantos con un organito y después en el piano. Sabía pintar y coser, pues ella nos diseñó el hábito que llevamos hasta ahora.

    3.1 La formación actual.
    María de Jesús decía: si  pensamos que toda empresa humana exige una preparación y que ésta es tanto más laboriosa cuanto más grande en lo que quiere lograr, podremos comprender con cuánta razón, la Iglesia y el Instituto exige más esmerada preparación y nuestro  máximo empeño, para  realizar esta empresa de Dios. Mediante ella han de formarse verdaderas Siervas Guadalupanas de Cristo Sacerdote, aptas para realizar los anhelos que Cristo, su Iglesia y el propio Instituto conciben y confian, ver realizados a través de su misión.

    A esto se ordenan los requisitos que el Instituto pide, el cuidado con que escoge y los pasos por los que conduce a quienes desean adherirse a él[13].

    Cristo Sacerdote es quien, actuando por su Espíritu y su Gracia, prepara, forma y asemeja a sí mismo a sus siervas.  Cooperan con El, en primer lugar su Madre Santísima, con su poder de mediadora e intercesora y como modelo y Madre.
    Toda la comunidad de hermanas, especialmente quienes por sus cargos comparten una mayor responsabilidad, como instrumentos de Cristo, están llamadas también a colaborar en forma decisiva en la obra de la formación[14].
    La formación que procura el Instituto, de acuerdo con las leyes de la Iglesia, es gradual y se desarrolla en etapas:

    a)      La primera es el postulantado, durante el cual la aspirante experimenta nuestro género de vida y nuestras actividades, estudia su vocación y su adaptabilidad.
    «A chi si presenta per abbracciare la vita monastica – ha scritto S. Benedetto nella Regola: Non si conceda facilmente di entrare, ma come dice l’Apostolo: Provate si gli spiriti sono da Dio (Gv.4,1)».[15]

    Según la Lumen Gentium, la vida religiosa debe ser presentada, en primer lugar, como una reproducción, continuación y actualización de la vida del Jesús del Evangelio: «Forman quoque vitae, quam Filius Dei accepit, mundum ingressus ut faceret voluntatem Patris… idem status pressius imitatur atque in Ecclesia perpetuo repraesentat»[16]. Formar es, ante todo, encarnar en carne propia la forma de vida de Jesús.[17]

    «Non basta che la giovane sia vocata e sia buona. Occorre accertarsi che sia atta all’Istituto nostro». (S. Maddalena di Canossa).

    b)      La segunda etapa es el noviciado, en el que la novicia comprueba su vocación a la vida religiosa y en especial a nuestro Instituto, asimila con la mente y el corazón nuestro espíritu y demuestra su decisión y capacidad para profesar.
    La Etapa preliminar como la llama la Potissimum Institutioni.
    “Nadie puede ser admitido sin la adecuada preparación”.[18]
    “El noviciado se debe cumplir en el período de tiempo en el cual cada candidato, habiendo tomado conciencia  de la llamada de parte de Dios, llega a tal grado de madurez  humana y espíritual que le permite  responder a esta llamada con suficiente aspiración, libertad y responsabilidad”.[19]

    c)      En la tercera etapa, con la profesión de votos temporales, se incorpora la hermana a la vida religiosa y profundiza su entrega a Cristo y a su comunidad, participando plenamente en la misión del Instituto, mientras completa su preparación para la profesión perpetua y puede además perfeccionarse en alguna especialidad de servicio.

    Después de la Primera Profesión, la formación de todos los miembros debe continuar en cada instituto, para que vivan con mayor plenitud la vida propia de éste y cumplan mejor su misión.[20]

    El tiempo que sigue al noviciado constituye por lo tanto el período en el cual el religioso descubre como persona y madura en la identidad profunda viviendo como consagrados a Dios, en una unión de “mutuo amor, de mutua donación, de mutua fidelidad” (cf. EE5), con El, que los ha escogido y los envía junto a sus hermanos y hermanas a actuar por la salvación. “Un nombre nuevo” (cfr. Ap. 2,17)

    La comunidad de formación no puede desentenderse, a ser “escuela permanente” de santidad de comunión fraterna en el amor recíproco de total  donación para que la humanidad  se trasforme en “familia de Dios”.[21]
    Para esto se necesita formadores y formadoras preparadas, que sepan operar unidos, hombres y mujeres de Dios de oración, disponibles interiormente atentos a todas las personas y capaces de acompañar a cada uno en la libertad y en el respeto de la voluntad de Dios. (cf. PI 30-32)[22]

    d)     La profesión perpetua sella definitivamente su consagración y da a toda su vida su único sentido: ser totalmente para Dios; servirle siempre, con creciente amor, no buscar otras cosas que a Él y a su Reinado.
    “Tú nos probaste, oh Dios, nos  purgaste, cual se purga la plata” (Sal. 66, 10).

                Esta etapa es el fruto de la prueba, una nueva adhesión a Cristo con una claridad mayor y seguridad de la propia vida.

    «El proceso formativo como se ha dicho, no se reduce a la fase inicial, puesto que por la limitación humana, la persona consagrada no podrá jamás suponer que ha cumplido la gestación de aquel hombre nuevo que experimenta dentro de sí ni de poseer en cada circunstancia de la vida los mismos sentimientos de Cristo. La formación inicial, por tanto debe engarzarse con la formación permanente, creando en el sujeto la disponibilidad para dejarse formar cada uno de los días de su vida». [23]

    Los religiosos continuarán diligentemente su formación espiritual, doctrinal y práctica durante toda la vida; los Superiores han  de proporcionarles medios y tiempo para esto.[24]

    La formación permanente debe ser continua, para transformar en positiva la experiencia de cada día; los “tiempos fuertes” constituyen sólo unos momentos especiales de gracia y de recarga de energías personales. Debe ser constante y global, para abarcar toda  la existencia y todos sus niveles psicológicos y vocacionales. Los fracasos de tantos esfuerzos de renovación se deben precisamente al hecho de haber insistido casi exclusivamente en los aspectos culturales-profesionales, sin recurrir a las áreas de la transformación o conversión espiritual del ser íntimo.



    [1] E. STEIN, “La oración de la Iglesia”, este escrito está recogido de su volúmen, Obras selectas (MEC 12), Ed. Monte Carmelo, Burgos 1997.
    [2] Cfr. Mt 27, 55-56, cfr. CONSTITUCIONES, S.G.C.S. N. 2.
    [3] S. CATERINA DA SIENA, Dialogo della Divina Provvidenza, c. 113.
    [4] Lettera ai Vescovi della Chiesa Cattolica sulla collaborazione dell’uomo e della donna nella Chiesa e nel mondo/5, 2004.
    [5] JUAN PAULO II, Carta a los Sacerdotes con motivo del Jueves Santo, 1995.
    [6] CONSTITUCIONES, S.G.C.S.  N 9, pag. 6.
    [7] CONSTITUCIONES, S.G.C.S. N 10, pag. 6
    [8] CONSTITUCIONES, S.G.C.S. N 11, pag. 7.
    [9] CONSTITUCIONES, S.G.C.S. N 13, pag. 8.
    [10] CONSTITUCIONES, S.G.C.S. N 15, pag. 9.
    [11] IVAN RUPNIK MARKO, Nel fuoco del roveto ardente,iniziazione alla vitá espirituale,Roma, Italia, Lipa Srl, 1998
    [12] Testigo ocular: Revda. Madre Tomasa López Pérez, Vicaria General del Instituto, S.G.C.S.
    [13] CONSTITUCIONES, S.G.C.S. N° 90, pág. 41.
    [14] CONSTITUCIONES, S.G.C.S. N° 91 pág. 41.
    [15] N° 58.
    [16] LG 44.
    [17] LG 42.
    [18] C.I.C. c 597 § 2.
    [19] RC. 4.
    [20] C.I.C. 659 § 1.
    [21] PC 18.
    [22] CIVCSVA,  la vita fraterna in Comunità, 2 Feb. 1994.
    [23] VC 69.
    [24] C.I.C. 661.

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    Copyright (c) 2011, hacia los altares, 2 febrero 2011